Los juegos de mesa

Los juegos de mesa son una forma sencilla y muy completa de ayudar a los niños a aprender mientras se divierten. Con una partida en clase o en tiempo de recreo , el cerebro puede trabajar tanto como muchas actividades del aula, pero en un ambiente relajado y cercano.

Cómo ayuda el juego al cerebro

El cerebro aprende mejor cuando hay tres cosas: novedad, reto y una respuesta rápida a lo que se hace (por ejemplo, ver si una jugada sale bien o no).
Cuando un juego nos plantea un desafío que parece posible, nos despierta curiosidad y emoción, y el cerebro “se enciende”: presta más atención, se concentra mejor y recuerda más lo que ocurre. Es decir, al cerebro le encantan los retos divertidos con recompensa rápida.
Si además los niños disfrutan, se ríen y comparten ese momento con otros, el aprendizaje es más profundo y se mantiene más tiempo.

Lo que pasa en el cerebro cuando juegan

Cuando algo les interesa y les emociona, una zona del cerebro “emocional” se activa y se liberan sustancias que ayudan a concentrarse mejor y a pensar con más claridad.
Este tipo de experiencias agradables implica que el cerebro quiera repetirlas, así que los niños están más abiertos a seguir aprendiendo a través del juego.

Además, el cerebro es “moldeable”: cambia y mejora cuando se ejercita.
Cuantas más experiencias ricas y variadas tiene (como juegos con normas, estrategias, cálculo, lectura, etc.), más conexiones crea y más fácil le resulta después aprender otras cosas.

Aprendizaje con otros: lo social también enseña

Los niños no solo aprenden de lo que hacen, sino también de lo que ven hacer a los demás. Al mirar cómo juegan otros, cómo se organizan, cómo se enfadan o se calman, el cerebro también aprende por imitación.

Por eso es tan importante que los niños jueguen en grupo: el juego de mesa no es solo mover fichas, también es hablar, escuchar, ponerse de acuerdo, resolver conflictos y entender los gestos y emociones de los otros. Todo esto construye la base para una buena convivencia, dentro y fuera del colegio.

Qué aprenden a nivel curricular

Mientras juegan, los niños ponen en marcha muchas áreas que se trabajan en el colegio:

  • Verbal: leen instrucciones, comprenden cartas, explican sus jugadas y argumentan sus ideas.

  • Numérica: suman puntos, cuentan casillas, calculan riesgos, manejan cantidades de dinero o recursos.

  • Espacial y razonamiento lógico: imaginan movimientos en el tablero, buscan caminos, resuelven problemas y planifican estrategias.

  • Atención y memoria: recuerdan reglas, turnos, cartas ya jugadas y detalles de la partida.

Así, trabajan lenguaje, matemáticas, pensamiento lógico, atención y memoria sin sentir que están “haciendo deberes”.

Funciones ejecutivas: entrenar el “director de orquesta”

Las funciones ejecutivas son las habilidades que ayudan al niño a dirigir su comportamiento: decidir, organizarse, controlar impulsos, cambiar de plan…
Los juegos de mesa son un gimnasio perfecto para estas capacidades:

  • Atención sostenida y selectiva: mantenerse concentrados durante toda la partida y fijarse solo en lo importante.

  • Inhibición: esperar el turno, no hacer trampas, no actuar sin pensar.

  • Planificación: pensar la jugada antes, imaginar qué puede pasar después y organizar una estrategia.

  • Flexibilidad cognitiva: cambiar de idea cuando algo no sale como esperaba o cuando otro jugador hace un movimiento inesperado.

Todo esto se entrena casi sin darse cuenta, simplemente jugando.

Habilidades socioemocionales para la vida

Jugando a juegos de mesa, los niños también practican habilidades clave para su bienestar y sus relaciones con los demás:

  • Aceptar normas: entender que las reglas son para todos y hacen el juego más justo.

  • Cognición social: aprender a entender a los otros, sus gestos, sus tonos de voz y sus intenciones.

  • Cohesión grupal: sentir que forman parte de un grupo y que todos cuentan.

  • Cooperación: en los juegos cooperativos, aprender que a veces ganar significa hacerlo juntos.

  • Escucha activa: atender a las explicaciones y opiniones de los demás.

  • Inteligencia emocional: aprender a gestionar la frustración de perder, la alegría de ganar y el respeto a las emociones ajenas.

  • Tolerancia a la frustración y tiempos de espera: aceptar que no siempre se gana y que a veces hay que esperar.

  • Negociación: llegar a acuerdos sobre reglas, resolver conflictos y buscar soluciones que todos acepten.

Son habilidades que los niños usarán toda la vida: en el colegio, en casa, con amigos y en su futuro trabajo.

Además de los juegos de mesa, es muy importante que los niños puedan jugar a otros tipos de juegos en movimiento, sin necesidad de balón. Actividades como el ping pong, el escondite o el pilla‑pilla en el jardín hacen que los niños corran, salten y se muevan. Este tipo de juego al aire libre les ayuda a liberar energía, reducir estrés y dormir mejor, algo clave a estas edades.​

En estos juegos libres y activos los niños también deciden a qué jugar, con quién y cómo organizarse, lo que aumenta su autonomía y su seguridad en sí mismos. Al negociar reglas, cambiar de rol (a veces persiguen, a veces se esconden) y resolver pequeños conflictos, siguen entrenando habilidades sociales como la cooperación, la empatía y la capacidad de llegar a acuerdos. Además, el contacto con la naturaleza o simplemente con el patio o el jardín activa los sentidos, despierta la curiosidad y enriquece su forma de entender el mundo, algo que no se consigue igual con las pantallas.​

También es importante combinar los juegos de mesa con juegos en movimiento deferentes a los tradicionales de balón: ping pong, escondite, pilla‑pilla, carreras en el jardín, circuitos con cuerdas… Estos juegos ayudan a que los niños se mantengan activos, mejoren su equilibrio y coordinación, descarguen energía y se relajen. Al mismo tiempo, siguen aprendiendo a respetar normas, cooperar, negociar y cuidar de los demás, pero ahora usando todo su cuerpo y disfrutando del aire libre.

Jorge Torrente

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