MODELADO DE ARCILLA

¡Llegó, por fin, la tan ansiada sesión de arcilla! Los alumnos de tercero esperaban este momento con ilusión. Desde el pasado curso no habían palpado su extraordinaria textura. La amasaban, la pellizcaban, la aplastaban, hacían bolas, churros, placas y volvían a empezar. Cuando pasaba a su lado me decían:  «es que estoy pensando qué voy a hacer». Puede ser, que se sintieran en la disyuntiva de tener que elegir entre acabar un objeto o seguir manipulando la arcilla.

¿Por qué este material es tan apetecible para los niños? La arcilla como material y la evolución de la cerámica han ido paralelas a la historia de la humanidad. Los primeros objetos modelados en barro aparecen  en el Paleolítico Superior; el material cerámico ha servido a los arqueólogos para  la datación y la clasificación de los hallazgos arqueológicos. Desde entonces, hasta nuestros días, cada cultura ha desarrollado técnicas cerámicas características. Los objetos cerámicos, en muchas culturas, han formado parte de su identidad cultural. Tal vez ese hilo conductor, tan antiquísimo, les atrae y les atrapa, conectando con la parte más primigenia.

Habíamos decidido trabajar en el exterior, hacía buena tarde. Salimos con un proyecto de grupo que, empezaron a olvidar, en cuanto tuvieron la arcilla entre sus manos.

Por mi parte dejé que la experiencia fluyera de esa manera. Necesitaban manosear la arcilla, experimentar sensaciones, fantasear con posibilidades,  proyectar un objeto, planificar su realización.

El trabajo de grupo consistía en realizar un recipiente con forma de cubo. Antes de salir al patio, cada alumno había realizado el plano de uno de los lados del recipiente que íbamos a hacer. Concluidos los trabajos individuales, se pusieron a realizar el trabajo grupal. Partiendo de placas, cortaron cada una de las caras del poliedro.

Para este trabajo hacían falta varias manos, mientras uno pegaba la arcilla, otro sujetaba, otro hacía un churro para las juntas o ayudaba en el alisado. Para concluir el trabajo, decoraron y rubricaron con sus nombres. Quedaron satisfechos de los objetos que habían creado.

Ana Martín